Historias positivas
El impacto social de un proyecto arquitectónico
El Centro Comunitario Parque Sombrerete, ubicado en la delegación Epigmenio González, en Querétaro, es un proyecto arquitectónico modesto desde su arquitectura, pero con una gran trascendencia de impacto social a nivel colectivo e individual.
Así lo asume el arquitecto Juan Alfonso Garduño, responsable de la obra que mereció el primer lugar en la categoría de Servicios y Asistencia Pública en la edición XXIII del Premio Obras CEMEX.
Se gestó en el Taller Activo de la Ciudad, iniciativa académica de diseño y construcción participativa del Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro, luego de detectar que en este punto existía una comunidad marginada con altos índices de participación, especialmente adultos de la tercera edad y jóvenes madres de familia, que se reunían una vez por semana.
“Cuando desarrollamos el proyecto arquitectónico trabajamos de la mano de ellos para saber cuáles eran sus necesidades y este es el resultado”, explica.
La iniciativa se cristalizó con donativos de materiales y la mano de obra voluntaria, entre ellos de un grupo de estudiantes de la Universidad de Cambridge, que durante dos veranos apoyaron en la construcción del centro comunitario, integrado por una gran explanada, un salón de clases y un área de servicios con sanitarios, bodega y cocineta.
Así, chicos y grandes tienen un lugar de esparcimiento y aprendizaje, especialmente para los abuelitos, que toman cursos del DIF local y de otras instituciones, además de que reciben alimentos de manera gratuita.
Al fondo, donde se encuentra un muro realizado con cilindros de pruebas de concreto que CEMEX donó, los usuarios tienen un sitio de acopio de material como PET, vidrio y cartón, que reciclan para financiar el lugar.
“Creemos que este trabajo de participación muy nutrido sirve como modelo y aspiración a otras comunidades que no han descubierto las bondades de trabajar en equipo por un proyecto común”, dice el arquitecto.
El “pórtico de acceso” está formado por árboles, ya que el lugar no se encuentra cercado porque el propósito era crear un espacio de libertad e inclusión. Así, existen áreas, como la explanada, que están disponibles las 24 horas de día.
Con un presupuesto limitado, el arquitecto Garduño cuenta que se trabajó con los recursos a la mano, desde banquetas inservibles hasta paja y tierra para crear losas.
“Muchos de estos materiales nos sirven porque podemos utilizar el cemento como aglutinante, de diferentes maneras”, advierte.
Además de la optimización de recursos, se enfrentaron al reto de involucrar a la comunidad para que tomaran un rol activo en el desarrollo de la obra.
“Con los cilindros de CEMEX fue un ejemplo increíble porque hacíamos unas cadenas humanas para transportar los cilindros y de esa manera la gente también siente que está aportando dentro del proyecto”, explica.
El arquitecto señala que decidieron participar en el Premio Obras CEMEX porque es el certamen más importante que reconoce el mérito de los proyectos arquitectónicos en México.
“El gusto y el orgullo de tener un premio nos ayuda a validar que proyectos tan sencillos como estos sean vistos por más personas. El mérito más importante no creo que sea el tema de arquitectura, sino cómo la arquitectura puede contribuir al desarrollo de las comunidades”, dice.
En definitiva, la grandeza de una obra no siempre tiene que ver con la majestuosidad.